Filippo
10:22
Una gota de sudor, hecha de ambición por fama, gloria y justicia recorrió su sien. Segundo a segundo se fue irguiendo su espalda, entre el silencio de una inescrupulosa y soberbia multitud casi se podía escuchar el crujir de sus vértebras, también los últimos suspiros de los inmensos leones que ahora yacían a sus pies. Filippo, el benjamín de Sicilia, había logrado sepultar el orgullo de una nación entera, un orgullo lleno de banalidades y subestimación por los más pobres, por los menos agraciados. Valiente, desafiante y para nada rezagado, levantó su quijada y clavó su mirada oliva sobre el verdugo romano al que algunos llamaban César. Así fue como, sin esperar el veredicto que lo entregaría a la vida o a la muerte, la multitud perteneciente al súmmum y todos los que vivían de sobras de pan estallaron en aplausos, gritos y vítores, entregándole a Filippo algo más valioso que la vida misma, la inmortalidad de la memoria eterna.
_________________________________________________________________________________
Todo lo que aparece en la sección de Escritos, es obra mía. Abstenerse de plagiar o publicar en otras páginas sin mi permiso previo.
0 comentarios
Deja una nota.